La fanfarronería masculina no tiene límite, eso está sobradamente demostrado. No pocas veces habréis escuchado decir burradas por esas bocas de machitos que se jactan de sus faenas amatorias, casi siempre exagerando, inventando y no pocas veces dejando en evidencia a las mujeres que aparecen en la narración de sus batallitas.
Si se realiza una encuesta a varones de cualquier edad preguntándoles por sus fantasías sexuales, la respuesta predominante sería realizar un trío (hacerlo con dos mujeres a la vez). Otras que ocuparían un lugar destacado serían: practicar sexo en un lugar extraño, la posibilidad de ser vistos por personas desconocidas en plena acción.
El relato que empiezo a continuación, basado en hechos reales, desmonta ese supuesto atrevimiento masculino juntando esos tres mitos. El que sea un caso particular no quita su posible extensión al resto de los varones en su respuesta a similares circunstancias.
Nota previa: para preservar la identidad del protagonista, narraré la acción en primera persona (masculino singular). Y por supuesto sucedió hace mucho tiempo, en un lugar cuyo nombre no quiero acordarme...
Era una tarde de verano, no era común que me reuniera con este par de amigos del barrio, ya que la vida con el transcurso de los años hace que los caminos de algunos amigos de barrio de la infancia sean divergentes. El baloncesto era nuestro nexo de unión principal, y a él se aferró como excusa el que tomo la iniciativa de llamarnos a los otros dos. - Chavales, ¿os hace ir a "echar unas canastas" al Campo Grande?
Este lugar, aparte de ser el jardín romántico más conocido de la ciudad, poseía varias pistas de baloncesto al aire libre. Su suelo de cemento no recomendaba tocarlo con la piel. Por ello, el tipo de juego que se llevaba allí era, por así denominarlo, de cara a la galería. Era, por tanto, un espacio propicio para los "fantasmas" del balón. Hacer mates en las canastas pequeñas era otro de sus reclamos. Colgarte del aro te hacía sentirte, leves instantes, el rey de la selva, el dominador.
Entre "pachangas" y risas pasamos la tarde, con un sentimiento de "eterno adolescente" que rara vez nos abandona. Se hizo la noche y ni siquiera la iluminación tipo boulevard aconsejaba prolongar más el juego. Caminando a casa contábamos anécdotas de nuestras nuevas vidas, y, sobre todo, recordando algunas pasadas, siempre recurrentes.
Llegamos al punto de despedida, y nos paramos. Seguimos hablando allí y a cualquiera de nosotros se le ocurrió la brillante idea de salir esa noche, mejor dicho, salir ya, en veinte minutos. Lo que sería una pesadilla para una mujer coqueta a nosotros no nos suponía ninguna preocupación. Me fui medio corriendo a casa, las piernas cargadas. Una ducha rápida, cogí la ropa que primero chocó contra mis ojos y preparé un bocata de salchichas. Lo comí por el camino, puesto que era el que vivía más lejos del, ahora, punto de encuentro.
Mucha fiesta con todo lo que conlleva, el resultado... 5am, una borrachera indecente. No entiendo porque salimos del último bar con dos chicas, mis amigos me intentan explicar que vamos a la Discoteca de turno en taxi, yo no estoy para decidir, "ni a favor, ni en contra, ni todo lo contrario". No cabemos tod@s en un taxi, no entiendo que la repartición sea que yo vaya con nuestras "nuevas amigas". Una a cada lado, no sé si sudo por los efectos del alcohol, por el calor de la noche, por los bailes del último bar o por todas estas circunstancias unidas. Las chicas mantienen un extraño silencio. Intercambian miradas y me miran. Empiezo a sentirme rígido al apoyar una de ellas su mano en mi rodilla. Miro al espejo retrovisor central para cerciorarme de que el taxista no está siguiendo la jugada. La otra chica ríe y acto seguido pone su mano en mis genitales, en lo que vulgarmente suele denominarse paquete.
Mi pulso se acelera, estoy realmente asustado. Ni en el mejor guión de fantasía personal habría tenido una escena similar. Pero mi reacción no es la de aprovechar el momento y disfrutarlo. Intento moralmente obligarme a decir algo, o hacer un gesto de aprobación o desaprobación, nada de eso ocurre. Estoy atenazado, no sé como reaccionar. La primera mano empieza a acariciarme el interior de uno de mis muslos. La que agarra la presa no suelta, solo se decide a soltar para animar a la amiga a que imite su acción. Ríen. Yo imagino que la música suena alta en el taxi y el conductor no se está enterando de nada, pero es lo que a mi me gustaría, la radio no está puesta y el taxista debe estar flipando en colores, aunque estará curado de espanto. Yo no.
Estoy mareado producto del acojono o de los otros factores ya mencionados. Lo estoy pasando mal, pero no digo ni mu. Tras un rato tremendamente largo para mi, un par de euros para el conductor, llegamos a la entrada de la discoteca. Me bajo como puedo, ellas pagan el taxi. Mis amigos se acercan y me preguntan que me pasa, que tengo mala cara. Vomito. No puedo articular palabra. Al rato sería capaz de contarles lo que había sucedido. Simplemente con ver mis caras al narrar lo acontecido se parten de risa, se tiran por el suelo. Me dicen que soy un pringao, que ellos en mi lugar...
Como es natural, las chicas han desaparecido tiempo atrás. Me quedo noqueado, casi traumatizado. Mis amigos se encargarán de que este suceso no quede en el olvido.
jajajaj, cuanto daño ha hecho Hugh Hefner, el dueño de Play-Boy, jajaja.
ResponderEliminarQué bueno, pero que quieres que te diga, esto casí me parece más normal que todas esas "fantasmadas" que a veces se oyen. No digo que no pueda existir las excepciones pero...
ResponderEliminarBesitos.
Jajajaja. Si un miura puede dar respeto ¡dos son ya la leche!
ResponderEliminarSaludos de un par de reinas.
Las fantasías necesitan que tengamos el control, si no, pasa como a tu protagonista, que se convierten en algo grotesco.
ResponderEliminarMuy bueno eso de desmontar mitos.
¡Gracias CreatiBea por la sugerencia!
Un beso desmitificado
Yo no leí (ni vi) muchas Playboy. Pero es cierto que nos imponen un poco las fantasías. Menos mal (en este aspecto), que uno es un poco raro.
ResponderEliminarBesos bichillo!
Entiendo que te parezca normal, Ely. ¡Como que es una vivencia personal! Jajajaj.
ResponderEliminarUn beso nada machote!
Miedo no, terror. Podría alegar en mi defensa estado de enajenación mental debida a la ingesta de alcohol. Pero eso lo dejo para los cobardes. Yo simplemente soy un cagón.
ResponderEliminarBesos gariteras!
Espero que no le haya pasado a nadie con mis sensaciones. Porque ni el guión de una peli de terror psicológico mezclada con la comedia más absurda. :S
ResponderEliminarBesos Bea!
Muy bueno eso que apuntas de llevar el control. Aunque para algunos fantasean con todo lo contrario (ser controlado, humillado...)
ResponderEliminarFantasías convertidas en pesadillas, tiene su miga.
Un beso Dorothy!
¡Vaya! Me ha sorprendido mucho el tema que has elegido para la entrada de "desmontando mitos", desde luego no me lo esperaba...
ResponderEliminarEl tema este da para muchas entradas, no tiene desperdicio, hay multitud de fantasmadas que uno puede recopilar de casos parecidos...
A mí lo que más rabia me da es eso de que te digan en cualquier situación comprometida, no me refiero a esta en concreto: "Buah! Si yo estuviera en tu lugar..." Ya, a saber cómo reaccionarían...
¡Un besazo!
Si te digo que dudé entre este y el de las "bolsas de plástico" ¿te dejo a cuadros? Jajaja
ResponderEliminarA mi también me da rabia, pero conozco como son de fantoches mis congéneres.
Yo estoy orgulloso de mi no-actuación y me río de mi mismo recordando aquella rocambolesca situación.
Un beso cobarde, Fátima!
De cobarde nada, muy valiente, que para contar una cosa así o de otro estilo donde uno pasa vergüenza, hay que echarle narices (iba a poner otra cosa en vez de "narices", pero ante todo mi intento por moderar mi vocabulario... jajaja!, que bastantes palabrotas digo ya cuando no estoy en público...)
ResponderEliminarLo de las bolsas de plástico no sólo me deja a cuadros, sino que me imagino combinar una entrada con ambas y ya ni te cuento...
Respecto a lo de reírse de uno mísmo yo suelo hacerlo, casi es un mecanismo de defensa, antes de que los demás saquen mis defectos o cuenten una anécdota en la que yo quedé en ridículo pues ya me meto yo conmigo misma y así no pueden herirme...
¡Un beso valiente!
Vaya imaginación Fátima, por algo eres artista.
ResponderEliminarYo soy bastante guason, pero sin distinción. Para tener buen humor de verdad, opino, hay que saber encajar bromas también y saber salir del ego para reirse de uno mismo.
Yo vomité después de que mi marido me diera el primer beso...demasiada cerveza! JAJAJA ¡ya ves! pensé que no me volvería a dirigir la palabra :) ¡Que vergüenza!!!! así que no te preocupes,(te hablo en segunda persona ya que tú lo haces en primera)que todos hemos pasado por situaciones dignas de ser borradas de nuestro expediente personal.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de la "falsa" hombría, para los pavos reales está bien, para las personas me parece más admirable tu reacción.
Pero la verdad, es que me he tronchado de risa, JAJAJA. Supongo que ahora cuando te subes a un taxi te colocas en el lado de la ventanilla jeje.
Saludos