No me gusta que mis congéneres se envalentonen cuando están con los amigos y denigren a una mujer por el simple hecho de ser atractiva, que usen malos modales y traten a una fémina como a una fulana. Anoche, en un restaurante, tuve que soportar una situación de ese tipo cuando tres cabezas de chorlito se sobrepasaban sin parar con la camarera, que era extranjera y por ello se sentían más seguros en su lamentable espectáculo.
Algunos seres de este tipo se justifican diciendo que a las mujeres les gustan los piropos o sentirse deseadas, que provocan de forma predeterminada. Claro que les gustan, claro que a los hombres también nos gustarían (si los recibiéramos), pero agradan de la persona apropiada y/o formulados con un mínimo de educación y sutileza. Una mirada, un pequeño gesto, una sonrisa a tiempo... Algo muy diferente del exhibicionismo de estos animales de no-zoológico. Los obreros del ladrillo, al menos, tenían un mínimo de gracia en sus piropos de andamio. Los yupis de hoy, machistas, racistas y sin escrúpulos, no tienen gracia ninguna.
Sí a la seducción, NO a la degradación.