He de ser sincero, no tenía ni idea de que detrás de la calabaza hueca de Halloween había una interesante raigambre celta. Me he dado cuenta al documentarme para crear esta entrada de hoy (algun@s se me han adelantado...).
La fiesta de Halloween es una importación de vuelta, puesto que llegó a EEUU procedente de Irlanda y su tradición celta y ahora vuelve al continente, algo operada, modificada por la cultura cinematográfica y televisiva del país norteamericano.
Hemos de ser conscientes de que una fiesta no puede tener el mismo significado si la cultura y mentalidad de los pueblos que las celebran tradicionalmente han cambiado. Si en el origen no existía el miedo a la muerte, ahora es un pilar de nuestra sociedad. Nuestros antepasados convivían con la muerte, porque era algo normalizado y... porque mataban. Si atendemos a la etimología, la palabra Halloween significa anterior a todo lo sagrado.
Era una fiesta de marcado carácter lúdico, no eran tan siniestras. Una noche en la que se abría el mundo de los dioses y héroes, la puerta dimensional para unir a los vivos con los muertos. Las flores eran un símbolo de transmisión, servían para propiciar la comunicación con los muertos.
Es el cristianismo el introductor del patetismo, marcando diferencias entre el mundo de los vivos y el de los muertos, entre el día y la noche, insertando el elemento del miedo, rompiendo la naturaleza en dos. El pecado original que genera culpa y ésta a su vez provoca miedo. Miedo y angustia es lo contrario del amor.
El verdadero Halloween significa Paz, Amor, Comunicación con el otro lado.
En la actualidad, puede haberse convertido en una fiesta vacía infantil, de disfraces, calabazas y golosinas (con otra vertiente de fiesta nocturna de disfraces y alcohol que le viene muy bien a los bares de copas). Pero también puede ayudarnos a introducir de una manera natural, no patética, el mundo de lo oscuro, el tema de la muerte con nuestros pequeños. Fomentando su imaginación y no reprimiéndola, ayudándolos con sus miedos y reflexionando sobre los nuestros.
Las calabazas las prefiero en puré, pero os ahorraré el susto (truco) si me llenáis el zurrón de dulces tratos. Y a los mayores que os gusta celebrarlo a lo dark-carnaval, deciros que esa cita ancestral "la muerte, que todo lo iguala" será sustituida esta noche, por "el lavabo, que todo lo iguala".
Prínguense de puré y opinen, queridos visitantes.
La verdad es que es una fiesta que no me gusta nada. Tal vez porque la encuentro lejana a mis costumbres de niño. Será cosa de la globalización.
ResponderEliminarSaludos.
Carlos entiendo tu postura. Yo no la despreciaba, pero no me llamaba la atención. Estos días he leído algo sobre sus raíces y me ha gustado. Su origen no es tan diferente del de las danzas macabras medievales, surgidas tras las grandes epidemias de peste europeas.
ResponderEliminarUn saludo.
Claro Bea! A mí tampoco me gustaba esta fiesta. Pero no me resisto a cambiar. Pienso que no hay que huir de los miedos, sino enfrentarse a ellos e incluso ridiculizarlos. No soy gótico ni mucho menos, pero me resultan interesantes las tradiciones, ya sean paganas o religiosas, relacionadas con el más allá, con lo oscuro, con lo incierto, con lo innombrable.
ResponderEliminarNo me sonroja decir que los relatos de Allan Poe y las pelis de Burton han influenciado mucho mi pensamiento sobre estos temas. Siempre me ha gustado la macabra cultura Azteca... Espero no acabar como Iker Jiménez :)
Un fuerte abrazo quitamiedos.