Ayer "celebramos a lo grande" el día de Europa y nos conmovimos con la noticia del fallecimiento de Alfredo Landa, un grande de los nuestros. Un momento para reflexionar sobre la idea de Europa con el recuerdo de un mito de lo cañí. ¿Nuestro landismo nos aleja del europeísmo? ¿Nuestra posición de periferia nos convierte en europeos de 2ª clase? ¿Nuestro atraso y mala evolución nos condena a ser un país de sol, toros y pandereta? ¿Es la Unión Europea un horizonte bello y apetecible, o por el contrario es lógico el euroescepticismo?
Jean Monnet, uno de "los padres" de Europa decía:
"Hacer Europa es hacer la paz. La Comunidad que hemos creado no es un fin en sí misma".
Si bien no hemos vuelto a sufrir el terror de un conflicto generalizado a escala continental, hay una paz muy lejos de conseguirse, y de la que nos alejamos con la políticas nacionales y comunitarias, la Paz Social.
"No coaligamos los Estados, unimos hombres"
En la actualidad, tal aseveración nos sonaría a chiste.
No existe una verdadera voluntad de Unión. No es algo que fluya de un deseo natural de los ciudadanos europeos. Son intereses geoestratégicos que no calan en el ciudadano de a pie del viejo continente. Los fuertes tienen miedo de perder peso por culpa de los débiles. Los débiles miramos con recelo a esos hermanos mayores que no quieren compartir y que se aprovechan de su status. Los españoles seguimos siendo considerados inferiores por las potencias europeas y nosotros mismos tenemos síntomas de complejo de inferioridad.
No hay porque denostar el landismo porque forma parte de nuestra historia social, costumbrista y del ideario común. En aquellos años, las maletas de Paco Martínez Soria, atadas con cuerdas, llevaban embutido y otros productos para compartir con la familia y amigos, de manera ruidosa. En la actualidad, arrebatamos el dinero de los demás para transportarlo en sobres, maletines o bolsas de basura, de manera silenciosa. En aquellos años, las relaciones internacionales con los países nórdicos se daban en Benidorm o en Mallorca en bañador. Ahora se tienen en Bruselas, con traje y con una idea diferente del engaño para "llevar al huerto" al/ a la otr@.
No hemos cambiado tanto por muy modernos que nos creamos, y si lo pongo en mi balanza (quitando en el machismo que se ha avanzado algo en pro de su desaparición), soy osado y digo que, de haber cambiado, lo hemos hecho a peor.
"Los españoles no tenemos ningún sentido del humor, sino un sentido trágico de la risa. En vez de quitarle aristas a la vida, le añadimos unas cuantas más".
Buena reflexión, totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarUn beso.
Una mezcla rara, una ida de olla... Gracias Dolores!
EliminarUn beso.
Gran reflexión, David. Es verdad que seguimos siendo Landa y Martínez Soria, es lo que somos, pero nos disfrazamos con trajes y corbatas, pensando que nos aceptarán y no nos damos cuenta de que nos asoma, por debajo de la americana, el cordón con el que nos atamos los pantalones. Soy euroescéptica. Lo era. Y lo soy más desde un viaje de trabajo a Bruselas, a las instituciones europeas. La última cita, fantástica, tremenda por lo cierta, pero fantástica por lo acertado.
ResponderEliminarUn beso sin fronteras
Ahora desde "abajo"... ¿vuelves a creer en Europa?
EliminarMe temo que no.
3 besos.
Cierto, no hemos cambiado tanto ¡ni tenemos por qué! Estoy por un conocimiento mutuo, por aportar lo que somos y creer que podemos codearnos con ellos. Poco a poco aprendemos idiomas, nos abrimos paso a Europa y terminaremos por huir de los tópicos para ser por fin un NOSOTROS.
ResponderEliminar*personalmente, el "sentimiento trágico de la risa" me deprime un poco.
Magnífico debate, Daviblio. Bss
A ti no te deprime nada, creo. , por suerte.
EliminarMesa redonda en petite comité, no? Jajaja.
Besos Mere!